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Enología y cultura
Hoy resulta extraordinariamente difícil hablar de cualquier bodega española sin caer en lugares comunes, en cosas que hemos escuchado cientos de veces. Sin embargo, hay un pequeño manojo de elaboradores de vinos en España que se han ganado un espacio propio en el reducido ámbito cultural de nuestros referentes. Para ello hay que saber escuchar la tierra y transmitir cultura. De ese ámbito es del que luego beben los ecos, los que son mera repetición de verdades. Entre los nombres que tenemos que destacar porque acrecientan nuestra cultura está Avelino Vegas.
Origen: Bodegas pegadas a la tierra.
Con estas bodegas nos encontramos no sólo con un proyecto bodeguero, sino con una defensa consciente de la ética del trabajo bien hecho, del diálogo con la tierra que nos sustenta y de respeto a lo que hemos escuchado de nuestros mayores. Todo ello manteniendo el difícil equilibrio con la innovación, con la curiosidad por los nuevos horizontes, con el afán por el descubrimiento.
Si algo caracteriza a las bodegas de Avelino Vegas es su sentido familiar. Ese carácter familiar se entiende en su caso mucho más allá del apellido, de la genealogía, porque también se entronca con la tierra, con nuestro lugar de origen. Su proyecto empresarial se traduce en un continuo diálogo con el entorno, con la tierra que alimenta las cepas, con las gentes que habitan los pueblos de los que proceden, con los conocimientos y reflexiones de las generaciones que los preceden. Y eso consiguen que se refleje en sus vinos, algo que muy pocos alcanzan.
Dos proyectos: Rueda y Ribera del Duero.
La coherencia de esta propuesta se comprueba cuando analizamos los dos proyectos bodegueros de la casa. Desde los planteamientos aplicados en su lugar de origen (Santiuste en Rueda desde los años 50), hasta su continuación en Ribera del Duero, (cerca de Peñafiel, iniciada en los 90).
En Rueda han creado uno de los blancos más atractivos del panorama nacional. Su Circe es una explosión aromática, un vino moderno que consigue transmitir, a un mismo tiempo, la tipicidad de la verdejo y la modernidad de unos sabores frutales armónicos y refinados. Se trata de un vino que, aun siendo goloso, no es invasivo, sino sugerente con quien lo disfruta. Un vino alegre, complejo y fresco que, al mismo tiempo, consigue transmitirnos un mundo sutil lleno de delicados matices. En diversas ocasiones hemos declarado nuestra debilidad por este vino tan bien hecho que siempre aporta alegría a nuestra copa.
Por otra parte, en Ribera del Duero, después de un largo proceso de selección y búsqueda que se remonta a los años 90 del pasado siglo, la familia Vegas echó raíces cerca de Peñafiel. O mejor, deberíamos decir que supo defender las raíces echadas 50 años antes en tierras de Peñafiel. Allí buscaron y encontraron cepas viejas, profundas, que compensan su baja producción con la calidad de sus frutos, con la estabilidad de sus años. Una riqueza, un misterio que sólo pueden interpretar los que entienden la cepa, escuchando el rumor que rescata la viña vieja desde lo más profundo de la tierra. Raíces profundas que dan complejidad y equilibrio al fruto. Ese es, y no otro, el secreto de las cepas viejas, la nobleza que ofrecen a aquellos que saben escucharla, percibirla, aguardarla.
Como no podía ser de otra forma, de esas cepas proceden grandísimos vinos como Aureo o 100 Aniversario, justamente premiados por Atkin con 93 puntos en su guía. Vinos complejos de viñas viejas, concentrados, con crianza y fruta muy equilibrados. Hacía mucho tiempo que no probábamos unos vinos tintos tan apegados a la tierra y tan modernos a un mismo tiempo. La armonía que transmiten a la boca, se ve acompañada de una ineludible presencia de fruta madura. Una auténtica obra de arte que nos habla con ecos antiguos con inmensa proyección de futuro. Pocos vinos, como ocurre con estos que nos ofrece Avelino Vegas, merecen nuestra atención sin distraernos con otros acompañamientos o sabores. Vinos que merecen todo el protagonismo y atención que pide una obra de arte.
“Las cosas bien hechas”
En alguna entrevista hemos escuchado a Fernando Vegas decir que su padre siempre le transmitió el amor por “las cosas bien hechas” y, sin duda, esa es la piedra sobre la que se levanta el proyecto de Avelino Vegas. Para nosotros, la importancia de ese punto de partida se encuentra en la ética del trabajo que lo alimenta, en la limpieza de quien se enfrenta con la tierra para extraer lo mejor de ella y ofrecerlo con sinceridad, sin artificio, para que otros puedan compartirlo. Un principio que nuestro abuelo también intentó transmitirnos en Casa González: trabajar sin engañar, poner toda la carne en el asador a riesgo de caer y, si ocurre, volver a levantarse con ánimos renovados.
Las bodegas de Avelino Vegas, significan una apuesta por la modernidad con vinos arriesgados y honestos. Ese principio es el que sitúa a esta propuesta entre las 100 mejores bodegas del mundo (respaldado por la Asociación Española de Periodistas y Escritores del Vino), un puesto ganado a pulso y que hoy amplían con propuestas atrevidas como su espacio gastronómico en Madrid. Los hermanos Torres no dudaron en acompañarlos en su nacimiento (2022) confiando, con el olfato del que disfrutan los grandes chefs, en la solidez de la propuesta. Esperemos que sigan con el dinamismo que han demostrado hasta hoy y que confiere a su trabajo una dimensión justamente emplazada en nuestro acervo cultural. Desde Casa González contemplaremos con interés la aventura de Avelino Vegas, con el ánimo de acompañarlos en un futuro lleno de magníficas posibilidades.
Muy buen reportaje, ensalzando la misma forma de hacer con cariño las cosas, sean Avelino Vegas o Casa, Gonzalez. Distintos negocios con el mismo amor por trasmitir los mismos valores para elaborar buenos productos.