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¿Cuáles son los negocios más antiguos en el Barrio de las Letras?
El Barrio de las Letras contó, desde principios del siglo XX, con un gran número de magníficos negocios instalados por todas sus calles. Algunos ya venían de muy antiguo, como la Cervecería Alemana o Casa Alberto; el León de Oro o la Floristería de la esquina de Huertas y la Plaza del Ángel (El Ángel del Jardín). Entre ellos se encontraba también González que, antes de pasar a ser propiedad de la familia en 1931, ya era una famosa tienda de ultramarinos. Hoy pocos quedamos. El tiempo y las circunstancias se han ido llevando a muchos. La Cervecería Alemana, Casa Alberto y González son, siendo fieles a la verdad, los tres únicos negocios que mantienen viva la llama del barrio desde aquellos lejanos tiempos y los únicos que, sin sonrojo y con verdad, pueden demostrar su veteranía con el orgullo del trabajo bien hecho.
Por desgracia hoy es frecuente encontrar bajo el nombre de muchos negocios una fecha de fundación totalmente inventada como reclamo comercial para los paseantes poco informados. Eso es lo que consideramos meros simulacros, pero no autenticidad.
¿Cuál es la tradición en el Barrio de las Letras?: el secreto de González.
González es un negocio familiar y un negocio que crea familia. Hace algún tiempo publicamos en nuestras redes sociales una fotografía en la que se podía contemplar una escena común durante los años 50 en nuestros mostradores. A un lado, clientas y parte de la familia y, al otro, los que estaban defendiendo la nave a diario: nuestro abuelo, nuestras tías y un joven que había llegado a la capital para labrarse un futuro.
Como la vida está llena de sorpresas, y no siempre nos castiga con bofetadas, cuando publicamos aquella foto nos regaló un enorme abrazo. De repente apareció un comentario en el que se podía leer: “ese jovencito de la foto soy yo”. Antonio Arcos Gallego, que trabajó y luchó mano a mano con la familia durante veinte años, le volvía a poner voz al joven de aquella foto en blanco y negro. Con aquel mensaje, de repente, nos recordó que formamos parte no sólo de un negocio, sino de una gran familia labrada a lo largo del tiempo, forjada a través del trabajo honesto y la dedicación profesional. Ese es el auténtico secreto de González y de tantos otros negocios fieles a la tradición y la verdad que sobreviven en el antiguo Madrid.
Hoy es muy fácil simular antigüedad, solera o tradición. Por desgracia son frecuentes los simulacros que nos rodean en el Barrio de las Letras. Ser lo que eres, sin disimulos, sin falsas pretensiones, es algo que te concede el tiempo y el trabajo bien hecho, la seriedad y la honestidad diaria con la profesión y con los clientes. De esa madera está hecho Antonio Arcos y de esa misma madera está hecho González.
El Barrio de las Letras y la gentrificación
Los negocios crean barrio y forjan familia. El incremento del turismo y la activación de la vida comercial y nocturna en el Barrio de las Letras ha generado un importante efecto llamada entre personas y grupos empresariales con hambre de negocios. Y eso ha sido muy positivo para el barrio. Gracias a ellos toda la zona ha adquirido una vitalidad que, sobre todo en los años ochenta y principio de los noventa, había decaído. Sin embargo, los barrios del centro de Madrid no somos un parque temático para turistas, somos un espacio lleno de vida donde se construye una comunidad que dialoga con su pasado y que intenta imaginarse un futuro siempre mejor.
No es legítimo simular una tradición o una historia de la que se carece. No podemos engañar a nuestros visitantes, a nuestros clientes. Hacer negocios en el viejo Madrid no debe ser una pantomima, una mera imitación de modelos que funcionan y se repiten, como las franquicias, sino una sincera oferta de ingenio y creatividad que muestre cuál es la cara viva del barrio.
Un maravilloso ejemplo de esa filosofía lo representa, por ejemplo, la librería Desnivel, lugar de referencia para exploradores, montañeros y gentes con inquietud viajera. Un negocio plenamente original que ha sabido conservar la identidad del barrio, hacer atractiva su oferta y ampliar los horizontes de los que nos visitan. Por desgracia, ese modelo no ha sido el más seguido en muchos otros casos. Hacer negocio no debe estar reñido con la construcción de la comunidad, del barrio. No es extraño que los negocios simulacro desaparezcan cuando agostan la fórmula, dejando tras de sí locales cerrados y barrios heridos por los conflictos de convivencia.
Esperemos que el Barrio de las Letras siga siendo sinónimo de creatividad, diversidad, convivencia y diálogo con el pasado, con nuestros visitantes y con la comunidad de vecinos que le da vida. En ese camino seguiremos trabajando desde Casa González.