Vinos de Madrid: Capital del Sabor en El Barrio de las Letras.
La sombra de la capital de Madrid oculta una realidad mucho más rica y compleja de lo que, ya de por sí, ofrece una gran ciudad. Porque Madrid no sólo es ciudad, sino toda una región repleta de pliegues históricos, matices humanos y tradiciones llenas de sabor. En el Barrio de las Letras, el tiempo nos ha enseñado a valorar cada día más esas virtudes.
Hace poco recordábamos en este mismo espacio un importante aspecto de la producción agro-gastronómica de nuestra región, como lo es el maravilloso aceite de oliva virgen extra. Hoy queremos centrarnos en los vinos de Madrid.
Existen referencias literarias y administrativas a los vinos de Madrid desde el siglo XIII, pero es en el XV cuando cuentan ya con un reconocido prestigio. En aquel momento era tan importante la producción de los viñedos madrileños que éstos contaban con unos oficiales municipales, denominados «viñaredos» dedicados a la custodia de las viñas. Desde 1989 la región cuenta con una Denominación de Origen que le permite certificar la calidad de la producción que sale de sus bodegas.
El cultivo de la viña se extiende en 8.900 hectáreas repartidas en cuatro subzonas, de características geográficas y orográficas diferentes: Arganda, Navalcarnero, San Martín de Valdeiglesias y El Molar, incorporada en 2019 a la Denominación.
Si bien los tipos de uvas autóctonas utilizadas son muy similares en las cuatro subzonas (tempranillo y garnacha tinta para los tintos; malvar, airen y albillo para blancos) los suelos en los que crecen varían notablemente. En Arganda nos encontramos los viñedos en vegas y páramos con suelos de alto contenido en caliza, fuertes de textura franca o franco-arcillosa; en Navalcarnero, sin embargo, los suelos son de tipo sedimentario muy marcados por el paso del río Guadarrama; en San Martín de Valdeiglesias, donde ya casi podemos sentir el aroma de Gredos, nos encontramos con viñedos de ladera y piedemonte sobre suelos graníticos.
Por lo que se refiere a las temperaturas de toda la región podemos considerar que en las cuatro subzonas disfrutan, y sufren, las mismas condiciones climáticas que caracterizan a casi toda la Comunidad de Madrid, con lluvias muy concentradas en otoño y primavera y temperaturas extremas, desde los -8º en invierno a los 41º del verano.
Aunque es difícil generalizar cuando nos referimos al producto, podríamos atrevernos a decir que los vinos madrileños se caracterizan por proceder de viñedos viejos de rendimientos bajos, con una graduación alcohólica media (12º-14º) y baja acidez. Los tintos suelen estar caracterizados por su elevada extracción de color ofreciendo vinos muy cubiertos, así como los blancos resultan muy afrutados y expresivos recordando, para los más detallistas, notas de fruta verde y carne blanca (manzana, pera). Podremos disfrutar de tonos minerales tanto en blancos como en tintos.
En González tenemos especial inclinación por las empresas familiares que, como la nuestra, han luchado por mantener su identidad y la relación con sus clientes a través de las generaciones. Saber transmitir un legado y mantener una personalidad sin dejarse arrastrar por las modas cada día resulta más difícil. Por eso nos encanta la propuesta de una de las bodegas más interesantes de toda la Comunidad de Madrid, a la que queremos hacer especial referencia en estas notas. Se trata de Vinos Jeromín, situada en Villarejo de Salvanés (subzona de Arganda). Sus vinos despliegan con lujuria todas esas maravillosas características de la tierra y la tradición de las que venimos hablando. La tempranillo, la garnacha y la malvar, son interpretadas con maestría por la familia Martínez y, lo que resulta más difícil todavía, han sabido introducir en la botella el amor a la tierra, el respeto al fruto y la pasión que se transmite de una generación a la siguiente. Una rara avis en pleno siglo XXI. Lo que ellos llaman «inspiración» no es otra cosa que el fruto del trabajo y el mimo del producto, base esencial para la alta gastronomía y los placeres del paladar. Con los vinos de esta bodega podremos disfrutar desde la dulce delicadeza de los blancos a la compleja madurez de grandes tintos y, entre esos dos extremos, una delicada gama de tonalidades entre las que se despliegan las mejores virtudes de las nobles uvas madrileñas.
Probar los vinos de Jeromín, como podemos hacer en nuestro Barrio de las Letras, es entrar por la puerta grande en lo que la tierra de Madrid nos ofrece. Una invitación que puede resultar en un viaje del que no querremos regresar.